martes, 17 de diciembre de 2013

El Kiai de maestro Matsumura y el toro

El dia 15.12.2012 he publicado en éste blog una historia sobre maestro Matsumura. Has podido leer que maestro Matsumura podía vencer en un combate, solo con la fuerza de sus ojos y la fuerza de su Kiai. Significa que Sokon Matsumura ganaba con su fuerza mental, emocional y espiritual y no con su fuerza física. Por eso soy un admirador de uno de los más grandes maestros en artes marciales que hubo en la isla de Okinawa. Cuando Matsumura era niño estudió artes marciales con su maestro Tode Sakugawa. De adulto, Matsumura estuvo al servicio del rey de Okinawa, dirigiendo tanto el ejército como la guardia personal del monarca.
Como el toro está presente en muchas fiestas españolas, es imprescindible que añadimos la historia sobre...

Matsumura lucha contra un toro.

-¿No es magnifico?- pregunto el rey Sho a Matsumura.
Ante ellos, en un corral de los establos reales, un enorme toro escarbaba con la pata en el suelo.
-Sí, alteza- respondió Matsumura-. Es una bestia magnífica.
-Lo matarás tú- contestó el rey.
-¿Alteza?-se extraño Matsumura-. No estoy seguro de lo que me estaís pidiendo.
-En la fiesta de mañana-dijo el rey-. Lo matarás sin armas y todo el mundo verá que tu es el hombre más poderoso del reino.
-Señor, no he usado nunca mis conocimientos de artes marciales contra un animal. Es un arte de defensa, majestad, no para matar animales. ¿No podría serviros de otro modo?
El rey le lanzó una mirada de cólera.
-¿Te atreves a decirme cómo debes servirme? Lucharas con el toro.¿Entiendes? O to meteré en prisión. ¿Entendido?
-Sí, majestad. Lucharé con el toro.

Después de ponerse el sol, Matsumura se sentó solo en el borde del patio del palacio. "Usa tus conocimientos de artes marciales solo defensivamente", le había enseñado su maestro Sakugawa. "no uses nunca tu arte sólo para lucirte".

Matsumura atravesó el jardín, pasando la mano por las flores que había en el borde del sendero. De repente, un penetrante dolor artravesó su mano. En su dedo había clavada una espina de casi una pulgada de uno de los arbustos de flor chinos del rey que sobresalían hacia el sendero. Con cuidado, Matsumura se sacó la espina del dedo. Era sorprendente que algo tan pequeño pudiera causar tanto dolor. De repente se le ocurrío una idea y cruzo el jardín a toda prisa hasta los establos.
Los trabajadores se pusieron de pie en un salto y un anciano dijo ¿En qué puedo serviros, señor?
-Llévame hasta el toro- ordeno Matsumura.
-Desde luego, señor Matsumura-, dijo el encargado señalando hacia un corral. Matsumura se dirigió hasta el corral.
-Atadle- ordono, de manera que no pueda moverse.
-Si señor-.
-Ahora salid todos- ordeno Matsumura.
Entrando en el corral, Matsumura respiró hondo y se enfrentó al toro, es decir afrontó su miedo.
-El rey dice que tengo que derrotarte. Pero tu no eres enemigo mío-.
Se llevo la mano a un mechón de pelo que llevaba en lo alto de su cabeza y saco un prendedor. Matsumura había oído hablar de maestros de artes amrciales que eran capaces de matar con un prendedor.
Adoptó una sólida postura de combate delante del toro.
-Perdoname, amigo mio- dijo Matsumura. Entonces, desde lo más profundo de su interior, dejó salir un Kiai espeluznante, y como un rayo pinchó el morro del toro con su prendedor. El toro bramó y se debatió tirando de las cuerdas. Matsumura esperó con tanta calma como pudo. Con el tiempo el animal se calmó. De nuevo Matsumura dejó salir un potente Kiai y volvío a pinchar el animal ligeramente con su prendedor. Nuevamente el toro se debatió e intentó embestir. De nuevo Matsumura esperó a que el animal dejase de luchar. Una vez, y otra, y otra, Kiai, pinchazo, Kiai, pinchazo. Un poco más tarde salió de los establos al fresco aire nocturno.
Al día siguiente, en la fiesta, Matsumura, jefe de la guardia del rey, caminó en torno al coso, cuando el rey le observó y dijó:
-¿Supongo que estás preparado para encontrarte con el toro?-
-Por supuesto, majestad- contestó Matsumura.
Matsumura oyó anunciar su nombre. Caminó a grandes zancadas hasta el centro del ruedo entre las aclamaciones de la multitud. Sintió como el miedo crecía en su interior. Respiró hondo y trató de no pensar en ello. Quería enfrentarse con el toro con sus emociones y su mente claras. Hizó un señal con la cabeza al encargado de los establos, quien desató la cuerda que mantenía cerrada la puerta. Matsumura adoptó una posición de combate. El toro le vio y empezó a avanzar hacia él. Matsumura esperó. El toro aceleró hasta trotar. Matsumura esperó. El toro le embestió, casi echandosele encima. Rapidamente, Matsumura cambió de postura para dejar pasar el toro. Mientras lo hacía, gritó. El Kiai de Matsumura atravesó el aire como una onda expansiva. La multitud quedó en silencia. El toro se giró para mirar a Matsumura. Por un momento el tiempo se detuvo. La multitud contuvo el aliento. El toro y Matsumura se quedaron allí de pie mirándose fijamente a los ojos. Matsumura volvió a gritar su Kiai. Una mirada de reconocimiento brilló en el rostro del toro. Dio media vuelta y solió disparado hasta la parte más alejada del coso. Matsumura lo siguió y hizo Kiai otra vez. De nuevo el toro corrió y Matsumura salió en su persecución. La multitud prorumpió en aclamaciones.
-¡Bushi! ¡Bushi! ¡Bushi! - gritaban. (Bushi significa "guerrero")
Finalmente el rey se puso de pie, levantó la mano y la multitud poco a poco guardó silencio.
- ¡Matsumura! - grito -, ven ante de mí.
Matsumura se apartó del toro mientras el encargado de los estables y sus ayudantes se adelantaban con cuerdas y garrochas para devolver el animal a su corral. Caminó a grandes zancadas hasta el otro lado de la arena, donde el rey estaba en pie, y le hizo una profunda reverencia.
- Matsumura - dijo el rey -, grande es tu fuerza. Desde hoy en adelante serás conocido como "Bushi Matsumura", pues eres en verdad un gran guerrero.

Conclusion
A mi me gusta mucho la historia porque Matsumura no quería dañar el animal y que en circunstancias peligrosas se acordó de lo que su maestro Sakugawa lo había enseñado: "Usa tus conocimientos de artes marciales solo defensivamente". Matsumura sabía que tenía que afrontar su miedo. Como verdadero guerrero sabía tambien que su miedo era parte de su sombra.

Un saludo cordial de Bruno